viernes, 21 de noviembre de 2008

Demonio con cara de perro

Sigue sentado ahí, no sé como correrlo.

Intenté de todo, gritos, periodicazos, agua fría, regaños, súplicas pero nada funcionó.

Desde el sillón me ladra con su boca llena de humo: "No digas que no te lo dije..."

Hoy me senté junto a él y tome una fuerte bocanada de su humo, de mi humo.

Lo veo, afila el colmillo y se prepara para darme una mordida. Le pedí que fuera a la femoral y no a la yugular... sólo por variarle al rollo.

Está por demás contarte que no me hizo ni puto caso, se empeña en darme rasguños en la espalda, en la nuca y en las piernas. Rasguños de comillos.
El problema es que a tí los rasguños de los perros se te curan y a mí quien sabe hasta cuando se me quiten por aquello de la cicatrización queloide.

- "A ver pa' cuando se te infectan pinche bacterias".
- (Silencio).

No ha ladrado otra vez ¿será que está sentido ahí sentado por que no le acaricio? ¡Me vale!

Por la mirada en sus ojos me temo que ésto no terminará pronto...

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